El Castillo

Erase una vez un castillo, grande, orgulloso, alto, fuertemente protegido. Vivía en lo alto de una montaña, y era muy difícil acercarse a él.

Una vez al año abría sus puertas y la gente del pueblo entraba a admirarlo, pero no se sentían seguros, cada año el castillo mostraba siempre lo mismo.

Un día, el castillo, dueño y señor de todo lo que abarcaba la vista, adquirió conciencia. Y descubrió que estaba triste. Descubrió que lo que tanto anhelo tenia en ofrecer no era honesto.

¿La gente del pueblo no se siente segura conmigo, porqué?

Estaba triste, y esa tristeza le llevó a su pasado, a todo lo que había ocurrido dentro del castillo: traiciones, muertes, humillaciones, invasiones, abandono… también fiestas, alegría, amor, compasión, protección…

Mucho tiempo le duró la tristeza -estaba en lucha consigo mismo, él era un castillo orgulloso, duro como una piedra-.

Hasta que un día, se acordó de sus mazmorras… ¿qué escondía allí? El castillo lo sabía y le entró miedo porque allí estaba todo lo que no le gustaba de él.

-Voy a limpiar y airear mis mazmorras, aunque me cause dolor, debo hacerlo para mostrar lo que soy: un castillo y sus mazmorras, aunque sienta vergüenza de ello es TODA la verdad.

Y así fue que lentamente el castillo fue creciendo, no que fuera más grande, sino que empezó a tener luz propia, y ya no abría un solo día al año, siempre estaba abierto y acogiendo a quien buscara refugio.

Lo que no se quiere ver, se transforma en dureza y en rutina.

Abre las puertas de tu corazón, abre las ventanas a lo que la vida te ofrece, en todo hay una enseñanza de vida, porque todo sentimiento que se niega, tiene su opuesto en la luz, es el equilibrio lo que importa, si acoges tu oscuridad, también conocerás tu luz.

Mahatma Ravi

Photo by Cederic X on Unsplash

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