Siempre tuve una necesidad y curiosidad por todo el mundo espiritual y por conocer cómo los maestros, que yo tanto admiraba, eran capaces de tener tanta sabiduría y esa capcidad de perdón y amor que yo tanto anhelaba.
En la vida me enseñaron que es lo que está bien y lo que está mal ¿Cómo podía ser que yo que hacía las cosas correctas me sintiera tan mal, tan triste y enfadada? Tenía que haber algo más, o yo no lo hacía tan bien como creía.
Busqué respuestas en el exterior que nunca llegaban e incluso busqué culpables a mi alrededor para poder echarles las culpas de todos mis males. Hasta que en mi camino se cruzó Diana. Ella empezó a señalarme el camino. ¡Y fue una revelación! No había que buscar afuera, había que buscar adentro. Todas las respuestas las tenía yo misma en mi interior, así que empecé a trabajar con ella.
Todos mis miedos, mi rabia, mi tristeza, mis heridas, todo aquello quedó al descubierto, era la única manera. Sólo yo era responsable de mi misma. Sólo yo tenía la llave para cambiarlo. Fueron años en los que empecé a conocerme y a ser consciente. Estudié Flores de Bach, Reiki, Shiatsu. Me ayudaron con terapia de sonido, canalizaciones, leía muchísimo, todo para conocerme mejor y evolucionar. Pero el cambio real empezó con la meditación, sólo entonces entré realmente en mi interior.
Meditar es esencial en mi vida, es la puerta hacia mi yo. Porque meditar es darse cuenta de dónde estás y de lo que eres, y sólo cuando sabes donde estás puedes cambiar lo que no quieres. Hoy por hoy sigo meditando y confiando en que mi vida me traiga todo aquello que me siga haciendo crecer.
Guardo un profundo respeto y admiración a mi maestra Diana Noori, porque ella con sus consejos y su luz alumbró mi camino. Con todo mi corazón.
Anju